jueves, 16 de diciembre de 2010

¿Hay muchas o pocas denuncias falsas?

Hablaba la semana pasada de que con motivo del día internacional contra la violencia de género (en la que no quedan amparados los hombres maltratados) los grupos feministas habían insistido en que las denuncias falsas de mujeres sobre hombres por este tipo de violencia son tan pocas que hasta alguien las llamaba “anecdóticas”. En cualquier caso son tan pocas que ningún análisis serio sobre la violencia contra las mujeres debe tenerlas en cuenta. Para apoyar todo esto citan datos oficiales del Consejo General del Poder Judicial, según el cual en el primer semestre de 2010 solo ha habido 3 denuncias falsas (sobre 34.256 presentadas).

Ahora bien, por el contrario, hay cada vez más gente que habla sobre la frecuencia creciente de las denuncias falsas. Entre ellos el juez sevillano Francisco Serrano ha llegado a declarar públicamente que el 93,78 % de las denuncias de violencia de género son falsas. Dato sustentado en su propia experiencia y en la de otros compañeros suyos, se supone.

La enorme diferencia entre el 0,0088 % y el 93,78 % parece absolutamente irreconciliable, salvo que entendamos la causa de dicha diferencia. Y es que aunque parecen hablar de lo mismo, el CGPJ y el juez Serrano se están refiriendo a realidades diferentes.

La cuestión es la siguiente. El término “denuncias falsas” designa dos conceptos parecidos, pero no idénticos; y para poder entender la cuestión es imprescindible analizar los dos conceptos, pues de lo contrario nos movemos en la confusión total.

Cuando el CGPJ afirma que en 2010 ha habido solo tres denuncias falsas, usa un sintagma que ha reducido de otro más extenso que se entiende sin dificultad: “delito de denuncia falsa”, tipificado en el Código Penal en los artículos 456 y 457, y que como todo delito ha de ser necesariamente probado (según el art. 24.1 de nuestra Constitución). Esos tres casos responden por lo tanto a tres sentencias judiciales firmes en que mujeres han sido condenadas por denunciar falsamente a su pareja, pudiendo posteriormente demostrarse irrefutablemente que la denuncia era falsa.

Por el contrario cuando otros como el juez Serrano afirman que hay un 93,78 % de denuncias falsas, se utiliza el sintagma en el sentido genérico, entendiendo por tal una “denuncia de contenido falso” (independientemente de que se pueda probar o no). Y claro, la prueba de que la denuncia es falsa es extremadamente difícil.

En conclusión, la enorme diferencia en las cifras de “denuncias falsas” responde a que cada uno está hablando de una cosa diferente, lo cual motiva la confusión absoluta que sin duda es aprovechada por el feminismo para convencer a la sociedad española de que hay pocas “denuncias falsas”. Dicho con otras palabras, el término “denuncia falsa” es análogo, y se utilizan datos del concepto jurídico (“delito de denuncia falsa”) como si se refirieran al sentido genérico (“denuncia de contenido falso”), utilizando la confusión en beneficio de las tesis feministas.

Este es el pequeño juego tramposo que hacen y que necesariamente hay que explicar para resolver la aparente confusión en la que se basan para el engaño.

La semana que viene analizaré los datos del juez Serrano sobre denuncias de contenido falso, con las que tampoco puedo estar ni mucho menos de acuerdo. Siempre ha habido denuncias falsas y cada vez son más los hombres maltratados víctimas de estas denuncias, pero desde luego están muy lejos de ser el 93,78 %.

jueves, 2 de diciembre de 2010

El descenso por denuncias de violencia de género no alegra a las feministas.

Si quisiéramos hablar sobre los comentarios y declaraciones de personas y personalidades que escuchamos el pasado 25 de noviembre tendríamos para escribir probablemente una monografía entera. Y creo que no exagero. Actrices, abogadas, ministras, directoras de cine, sociólogas, consejeras, psicólogas, trabajadoras sociales y hasta algunos hombres que se afirmaban “orgullosamente feministas” hablaron durante todo el día y hasta en días sucesivos sobre la lacra de la violencia de género, de la que por definición quedan excluidos en cualquier caso los hombres maltratados.

Entre todos los comentarios y declaraciones quiero hoy hablar sobre uno que se repitió sin cesar, el relativo a las denuncias falsas de mujeres sobre hombres. Insistían en que son tan pocas tan pocas que en realidad son pura anécdota (en sus propias palabras), pero anécdota siniestra en la medida en que había muchas mujeres que por oír hablar de dichas denuncias falsas no denunciaban aun cuando los casos que ellas padecían eran reales. Así pues al argumento de que son muy pocas añadían ahora que además provocaban la siniestra consecuencia de disuadir de la denuncia a algunas mujeres maltratadas. Esa sería precisamente la causa del descenso de las denuncias “de género” que al parecer está habiendo en este año 2010.

El próximo día explicaré si hay muchas denuncias falsas o no, pero hoy quiero centrarme en el segundo de los argumentos. Ignoro por completo las razones del descenso del número de denuncias, pero desde luego que suponer que solo hay una razón para este descenso (y que no son varias las que lo provocan) supone un gravísimo error de inicio ya que es evidente que diversas causas podrían a priori provocar dicho descenso. Pero entre otras causas la que desde luego parece más evidente es precisamente el descenso de delitos, y no deja de ser interesante que desechen absolutamente esta posibilidad.

Tampoco se entiende muy bien cómo el hecho de que existan denuncias falsas puede disuadir de la denuncia a quien es perfectamente consciente de que su denuncia no es falsa, pero incluso estoy dispuesto a admitir que este extraño requiebro psicológico pueda ocurrir en algunas ocasiones. Eso sí, en pocas, en muy pocas.

Ahora bien, hay un elemento que no podemos dejar de lado cuando analizamos el planteamiento de estas ideólogas. Como defensoras autoproclamadas del colectivo imaginario (metafísico) “mujeres” parece lógico que se alegraran de que hubiera menos denuncias, en la medida en que la explicación más fácil y razonable de dicho descenso es que se corresponda directamente con el descenso de los delitos “de género” (si no hay delito no cabe la denuncia). Sin embargo se lamentan del descenso de denuncias (contra los hombres), con lo que parece traslucirse que su objetivo real no es evitar el maltrato a la mujer sino promover las condenas contra los hombres.
Creo que esto demuestra una vez más que la “ideología de género” no va dirigida a defender a las mujeres sino a atacar a los hombres, suponiendo en primer lugar que existen tales colectivos (hombres y mujeres) y que además están en lucha. La aplicación práctica de esta ideología a través de la ley de violencia de género provoca tanto el ascenso del número de mujeres muertas como el del número de hombres condenados. Parece que así cumplen su objetivo.